Por Daniel Mumont
El próximo sábado 28 de junio, Lifetime suma a su línea de películas biográficas una producción que escarba con bisturí emocional en los vaivenes de la industria musical y las heridas personales de una mujer que hizo del canto una estrategia de supervivencia.
“Gloria Gaynor: I Will Survive”, dirigida por Alicia K. Harris y protagonizada por la actriz de Broadway Joaquina Kalukango, no sólo reconstruye los pasos de una carrera exitosa, sino que explora las grietas de un sistema que engulle a sus estrellas mientras se alimenta de su brillo.
Robin Roberts, periodista de Good Morning America, produce esta película en donde la historia de Gloria Gaynor se desliza entre luces de discoteca, giras internacionales, lesiones físicas, traiciones sentimentales y búsquedas espirituales. A medio camino entre el documental dramatizado y la reconstrucción testimonial, el filme da inicio en un escenario pequeño, con una joven alentada por su madre y su hermana Irma a cantar en clubes donde el racismo dictaba las condiciones de entrada y salida del éxito. En ese circuito conocido como el Chitlin’ Circuit, reservado para artistas afroamericanos durante la segregación, Gloria acepta su primera oportunidad profesional. Desde ahí, la película traza la ruta hacia el estrellato, sin atajos ni redenciones instantáneas.
La relación con Linwood Simon (interpretado por Lance Gross), su esposo y representante, es uno de los ejes centrales del relato. El afán de evitar que Gaynor se convierta en una artista de un solo éxito lo lleva a insistir en que grabe una versión de Substitute, mientras ella, buscando contrapeso, selecciona una canción poco conocida para el lado B del sencillo. El tema, escrito por Dino Fekaris, contenía una declaración de independencia, ira y renacimiento: I Will Survive. El resto es historia: los DJs la hicieron sonar sin cesar, el público se identificó, los clubes la coreaban. Y Gaynor, inesperadamente, se convirtió en ícono mundial.
Pero la gloria, como sugiere la estructura de la película, tiene un costo. En 1978, una caída desde el escenario dejó a la cantante sin movilidad en las piernas. Lo que parecía una lesión pasajera se convirtió en una cirugía de columna vertebral, complicaciones médicas y una rehabilitación física que coincidía con compromisos musicales cada vez más exigentes. A esto se sumó la dinámica destructiva de su matrimonio, marcada por el control financiero, la manipulación emocional y el desgaste constante de una carrera guiada por los intereses de otros.
La película también narra el impacto devastador que tuvo para Gaynor la muerte de su hermana Irma, quien falleció en 1995 tras intentar ayudar a una vecina en una pelea doméstica. Irma no solo fue una figura de apoyo personal, sino también musical. Su pérdida, en el contexto de una vida ya marcada por tensiones internas, representa uno de los momentos más crudos del filme.
La voz interior, dice Gaynor en distintos testimonios, se convirtió en una forma de guía. Junto a su nueva mánager y amiga Stephanie Gold, la cantante reformuló su carrera, ya no desde la expectativa de la industria, sino desde una convicción más íntima.
La película, más que un homenaje, es una revisión de la maquinaria que rodea al éxito, y de los silencios que se esconden detrás de un tema que el público convirtió en bandera. La historia no romantiza la caída ni endulza el regreso. Deja claro que sobrevivir no es lo mismo que vivir, y que en la vida real, los himnos de empoderamiento se escriben con huesos rotos, contratos abusivos y pérdidas irreparables.
Gloria Gaynor: I Will Survive se transmite por Lifetime este sábado a las 21:00 horas en Colombia y 22:00 horas en México, Argentina y Chile. Un recordatorio de que, en un mundo que constantemente silencia a sus figuras femeninas negras, sobrevivir también puede ser una forma de resistencia.
La bioserie de Gloria Gaynor: la música como forma de salvación