Por. Daniel Mumont
En Superman (2025), James Gunn presenta una versión del Hombre de Acero más cercana, reflexiva y emocionalmente compleja. A través de una narrativa coral, villanos con peso simbólico y la incorporación de elementos lúdicos como Krypto, el filme equilibra modernidad y herencia cinematográfica, replanteando al superhéroe bajo nuevas coordenadas humanas y sociales.
En esta nueva entrega, James Gunn opta por desmarcarse de la solemnidad cristalizada en las versiones anteriores del personaje —desde la luminosa encarnación de Christopher Reeve hasta la interpretación hierática de Henry Cavill bajo la dirección de Zack Snyder—, para ofrecer un Superman con mayor porosidad emocional. Clark Kent, interpretado por David Corenswet, ya no es el forastero idealizado ni el dios entre humanos. Aquí, el héroe se inscribe dentro de la comunidad, come con su pareja en el departamento, se equivoca, duda y actúa no por deber mesiánico, sino por una brújula ética íntima.
Este tratamiento humanista no implica fragilidad narrativa, sino una densidad emocional que ubica al personaje en el centro de dilemas contemporáneos: cómo ejercer el poder en un mundo que desconfía de él, cómo mantenerse íntegro en medio de un entorno mediático manipulado, cómo ser símbolo sin convertirse en dogma. En esta clave, la figura del Superman de Gunn parece dialogar con la sensibilidad del siglo XXI, más escéptica y fragmentada, pero aún necesitada de referentes éticos.
En contraste, los antagonistas se alinean en otro registro. Nicholas Hoult interpreta a Lex Luthor como un empresario frío y cerebral, cuyo combate contra Superman no se basa en la fuerza física, sino en la hegemonía narrativa: controlar lo que la sociedad cree sobre su supuesto salvador. Luthor se presenta como un estratega de la percepción pública, capaz de movilizar al poder político y mediático en su guerra de deslegitimación. Su figura funciona más como espejo oscuro que como enemigo directo, complementado por amenazas secundarias como Ultrahumanite o los conflictos interdimensionales que sirven de excusa para escalar el drama.
En paralelo, la película incorpora a Krypto, el perro superpoderoso que introduce una dimensión lúdica. Su presencia —lejos de trivializar— refuerza la parte más doméstica de Superman, la que vive en lo cotidiano, en la ternura no idealizada. Gunn logra que estas escenas no se perciban como respiros cómicos aislados, sino como parte estructural del tono híbrido del filme, donde la épica y la intimidad coexisten sin anularse.
Visualmente, sin embargo, la película enfrenta tensiones. Si bien se abandona la estética sombría de entregas anteriores para adoptar una paleta más clara y un diseño más cómico, el uso del CGI revela inconsistencias. Algunas secuencias de acción se sienten desprovistas de peso físico; otras pierden claridad por la sobrecarga de elementos visuales. Aunque el montaje mantiene el ritmo narrativo, ciertos momentos parecen más dirigidos a cumplir con expectativas de espectacularidad que a potenciar el conflicto interno del protagonista. En esta elección, el contraste entre lo humano y lo digital se vuelve visible, no como una dialéctica productiva, sino como una fractura tonal.
La figura de Superman ha sido moldeada por cada década según las inquietudes sociales y tecnológicas de su tiempo. El Superman de 1978 ofrecía un idealismo post-Vietnam, inocente y noble. El de *Man of Steel* (2013) exploraba la alienación post-11S con una densidad trágica. En cambio, el Superman de 2025 busca un equilibrio intermedio: sigue siendo poderoso, pero es comprensible; sigue siendo un símbolo, pero no es incuestionable. Su evolución, más que una ruptura, parece ser una corrección de rumbo: acercar al mito a su dimensión más cotidiana sin diluir su potencia arquetípica.
La versión de 'Superman' que propone James Gunn no busca reinventar el mito desde cero, sino reinterpretarlo desde una sensibilidad contemporánea. En ella, el héroe no es un dios distante ni un salvador silencioso, sino un sujeto con dilemas, vínculos, dudas y afectos. En ese tránsito entre lo humano y lo extraordinario, entre lo íntimo y lo simbólico, el filme se inserta como una nueva etapa en la larga metamorfosis del personaje más emblemático del cómic norteamericano. La historia de Superman, lejos de concluir, se actualiza con cada mirada que decide, una vez más, levantarlo del suelo.
'Superman': del mito al hombre, la nueva visión de James Gunn sobre el héroe y su humanidad